Poemas

VERDADES AMARGAS

Yo no quiero mirar lo que he mirado
a través del cristal de la experiencia
el mundo es un mercado donde se compran
honores, voluntades y conciencia.

Amigos? es mentira, no hay amigos
la amistad verdadera es ilusión
ella cambia, se aleja y desaparece
con los giros que da la situación.

Amigos complacientes sólo tienen
los que disfrutan de ventura y calma,
pero aquellos que abate el infortunio,
sólo llevan tristezas en el alma.

Si estamos bien nos tratan con cariño
nos buscan, nos invitan, nos adulan
mas si acaso caemos, francamente
solo por cumplimiento nos saludan.

En este laberinto de la vida
donde tanto domina la maldad,
todo tiene su precio estipulado
amores, parentesco y amistad.

El que nada atesora, nada vale,
en toda reunión pasa por necio;
y por nobles que sus hechos sean,
lo que alcanza es la burla y el desprecio.

Lo que brille no más tiene cabida
y aunque brille por oro lo que es cobre.
lo que no perdonamos en la vida
es el atroz delito de ser pobre.

La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su precio señalado.
Las llagas del defecto no se miran
si las cubre un diamante bien cortado.

La sociedad que adora su desdoro
persigue con saña al criminal
mas si el puñal del asesino es de oro
enmudece....y el juez besa el puñal.

Nada humano es perfecto nada afable.
todo está con lo impuro entremezclado
el mismo corazón con ser tan noble
cuantas veces se encuentra enmascarado.

¿Que existe la virtud?  yo no lo niego,
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado
y hay rasgos de maldad en el virtuoso.

Cuándo veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.

A nadie habrá de herir lo que aquí digo,
porque ceñido a la verdad estoy
me dieron a beber hiel y veneno
hiel y veneno en recompensa doy.

Pero si tengo la palabra tosca
en estas líneas oscuras y sin nombres
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre.

Autor: Anónimo

 

POEMA XV 

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

 Poema XX.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

   

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